El "piedra, papel y tijera" chino
Lo curioso de este ajedrez es que sus piezas no son las tridimensionales con las formas conocidas (caballo, alfil, peón, etc.), apenas son fichas con dibujitos arriba. Al principio creí que eran unas damas coquetas, lookeadas para la ocasión, algo kitsch (como todo acá), divinas. Pero no. Me dijeron que ese era el ajedrez versión china. Y también me contaron la simpática traspolación del "Piedra papel y tijera" que tanto me entretenía de pequeña. El juego es casi el mismo, lo que varía son los participantes: en lugar de la tijera que corta el papel, el papel que envuelve a la piedra, la piedra que rompe la tijera, los personajes que aparecen son un poco más sádicos, y el juego un poco más violento: el violador viola y mata a la mujer bonita, la mujer bonita mata al policía, y el policía mata al ladrón.
Ignoro cómo serán las versiones chinas del poliladron, el juego de la oca, las escondidas, la mancha o el más atrevido: el semáforo. Aunque dudo que este último sea popular en China, ya que el tránsito es un caos y los semáforos solo se encuentran en algunas avenidas, pero ese es otro capítulo...
Museo Provincial de Henan
Primera visita al zoológico de ZZ
Deshidratada
La casa de mi abuela tiene una pileta de natación muy grande. Los veranos era el punto de encuentro obligado, allí aprendí a nadar, a tirarme de cabeza desde el trampolín, a bucear... Nos pasábamos el día entero adentro del agua, y sólo salíamos para comer o para pillar. Obviamente los más chicos fuimos víctimas del cuento ese de que la pileta tenía un líquido especial que se ponía rojo cuando alguien meaba. Hasta que descubrimos el vil engaño, salíamos cada vez que queríamos ir al baño. Mi prima Mariana tenía una habilidad extraordinaria para correrse la mallita y embocar el chorrito en el inodoro, yo en cambio quería imitarla y terminaba siempre con el pis escurriéndose entre mis piernas y un posterior charquito debajo de mis pies. Ni una sola gota caía dentro del maldito retrete. Jamás pude desarrollar la destreza de mi prima, y controlar semisentada la desviación de mi chorrito fue una ardua tarea que me llevó años y años de baños públicos.
En China, salvo en las casas, no hay inodoros, en todas partes hay letrinas. Y como eso me da mucho asco, además de tener miedo de repetir mis nefastas experiencias infantiles, casi no tomo agua.
Sweet dreams
Después del hospital, el estudiante que me acompañó me invitó a desayunar algo así como una sopa espesa semidulce con porotos, maíz, más porotos de distintos colores, “frijoles”, etc. Mientras la comía –con resquemor– pensaba en cuáles serían las consecuencias de mi primer desayuno oriental. Pues bien, dichas consecuencias me mantuvieron atormentada durante todo el día, hasta que me fui a dormir.
Esa noche soñé que estaba en una casa con otros extranjeros charlando, cuando de repente me paraba y se me escapaba un pedo, de esos ruidosos, indisimulables, un tremendo prrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr estruendoso que salía desde lo más profundo de mis entrañas como locomotora de tren a vapor. Un poco avergonzada trataba de disculparme minimizando el hecho y aduciendo que la comida china no me estaba cayendo del todo bien. Los otros extranjeros, lejos de escandalizarse, tomaban con naturalidad mi percance y en solidaridad conmigo se inclinaban levemente hacia los costados con el fin de peer con ruidosa impunidad, y todos nos tirábamos pedos y nos cagábamos de la risa.
Visita al Hospital de Henan
Con el fin de tramitar la visa de trabajo, me mandaron de la universidad a realizarme los estudios pertinentes, al mejor estilo occidental: examen de sangre y de orina, radiografía, examen de la vista, electrocardiograma, ecografía y revisación médica general. Un estudiante chino me hacía de intérprete, así que no tuvimos ningún problema en la comunicación.
Debo confesar que tenía cierto prurito con respecto a la extracción de sangre, pero el hospital estaba realmente limpio y cuando vi a los enfermeros con barbijos y guantes y las jeringas descartables me tranquilicé. La extracción se realiza en una especie de habitación, y cuando te registrás te asignan un número, te dan los tubitos para la sangre (¡!) y una especie de tacita pequeñita, de plástico, a la que le anotan con marcador tu número asignado. Cuando llegó mi turno, me acerqué al escritorio (posta: es un escritorio bien escritorio, con computadora, impresora, lapicero, cajones, etc.), le di mis tubitos, extendí mi brazo sobre la almohadilla, me pusieron la gomita y sin que sintiera nada procedió a realizar la extracción. Un capo. Cuando terminó le entregué la tacita, y me dijo algo en chino que por supuesto no entendí. El estudiante me tradujo: “esto es para el examen de orina”. Qué raro, pensé... ¿y la tapita? ¿Cómo se guarda? ¿Dónde se pone? Grande fue mi sorpresa cuando vi el destino de mi pis: mi tacita con el número 11 se encontraba precedida de otras diez tacitas con pis, todas depositadas por el propio meador en una hedionda bandeja situada a la salida del baño.
La medicina podrá ser la occidental, pero su realización es bien bien bien al mejor estilo oriental.