Antes de mis dramáticas experiencias kurdas (cuando todavía ingenuamente ignoraba la importancia del matrimonio por estos lares), tuve la oportunidad de ser invitada a una tradicional despedida de soltera turca, o "kına gecesi".
Casi más importante que el día del casamiento en sí, la despedida de soltera marca para la novia el fin de una etapa (de niña) y el comienzo de otra (de "mujer"), en la que la familia de la novia entrega a su hija a la familia del novio, y ella deja su identidad de hija en la casa de su madre para pasar a ser esposa en la casa de la familia de su esposo. Tal acontecimiento se realiza la noche anterior a la boda.
A esta particular gala asisten todas las mujeres de la familia, del pueblo (de acuerdo con el sitio en el que tenga lugar el evento) y conocidas de la novia y de sus padres y familiares. Si bien algunos hombres también están invitados, su participación es menos importante.
Como todo ritual, sigue una secuencia de actividades, gestos, música y objetos. En primer lugar, los pocos hombres y las muchas mujeres se reúnen en un salón (en la casa de los padres de la novia, si se sigue al pie de la letra la costumbre) y bailan canciones tradicionales (generalmente melancólicas) al ritmo de una banda en vivo (o, en su defecto, de algún turkish dj). Una de las más populares y que se escucha en todas las bodas es la famosa "Damat halayı". En esta danza, hombres y mujeres forman un círculo, tomándose del dedo meñique, hacen pasos ya establecidos y aplauden cinco veces cada ocho compases. En medio del baile, la novia se retira para volver a cambiarse el vestido, ya que cuantas más veces se cambie de vestido, más fortuna tiene el futuro marido.
Regresa la novia, sigue la música. Bailan un rato más, y poco a poco los hombres empiezan a retirarse. Más tarde la novia vuelve a irse, esta vez seguida por otras mujeres que van a buscarla. En este momento todos los hombres presentes se van del salón, porque está por ocurrir el momento más importante de la reunión, y lo que da el nombre a toda la velada: la "kına gecesi" o la noche de henna. La novia vuelve a entrar al salón vestida de rojo y con un velo cubriéndole la cara, y detrás de ella las otras mujeres la siguen con velas en sus manos. La novia se sienta en una silla en el medio, con las manos sobre las rodillas, palmas arriba, y el velo siempre cubriéndole la cara. Las otras mujeres forman un círculo, bailan alrededor de ella y cantan una canción, cuyo significado gira en torno a una mujer que deja a su familia para embarcarse en una nueva vida, en la que va a estar lejos de su madre, de su padre y de su pueblo. La canción se llama "Yüksek Yüksek Tepelere" y dice algo así como "Déjenlos construir un hogar en las altas colinas / no los dejen dar a las novias a países lejanos / ni desprecien a su madre. / Que los pájaros que vuelan puedan sentirlo, / extraño a mi madre, / extraño a mi madre y a mi padre, / extraño mi pueblo. / Ojalá mi padre cabalgara hasta mí. / Ojalá mi madre navegara hasta mí. / Ojalá mis hermanos llegaran hasta mí. / Que los pájaros que vuelan puedan sentirlo, / extraño a mi madre, / extraño a mi madre y a mi padre, extraño mi pueblo."
Mientras las otras mujeres siguen bailando y cantando, la suegra y la "nueva esposa" (es decir, la última mujer de la familia en contraer matrimonio) pintan con henna el centro de la palma de la mano de la novia y colocan en ella una moneda de oro, simbolizando buena salud y fortuna.
La ceremonia termina cuando la novia rompe en llanto, entonces se descubre el velo y abraza a la suegra, a la nueva esposa y a las otras mujeres.
La "kına gecesi" es tan importante como la boda ya que, como todo ritual de iniciación, marca el comienzo de una nueva vida para la mujer.
La henna representa, por un lado, la tierra pura del paraíso; y por otro lado, por su color rojo, la transformación de la niñez a la madurez, es decir, la pérdida de la virginidad.
Con matrimonios arrelgados (costumbre todavía vigente) antiguamente muchas novias dejaban involuntariamente sus hogares y no volvían a ver a sus padres ya que sus maridos residían en pueblos lejanos, y el transporte se hacía difícil, además de ser peligroso y sumamente caro. La música, hondamente melancólica, profundiza aún más la tristeza que significaba para la novia que esa fuera la última noche en la casa de sus padres. Y si bien hoy en día la mayoría de los novios elige a su pareja, en la última noche de soltera sigue sonando ese vestigio de amargura y desolación, tan poco prometedor (según mi tradicional punto de vista) para la prosperidad del futuro matrimonio. Aunque ese ya es otro tema...
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