Midnight in Beijing

Sanlitun es una calle de bares muy palermitanos pero al mejor estilo chino: luces intermitentes de colores adornando los árboles, bares iluminados y decorados excesivamente, regateo a la orden del día por el precio de un trago, gente sentada fumando en pipas de agua y cantando karaoke y un imitador de Michael Jackson y bailarinas que se lucen en el caño compartiendo SIMULTÁNEAMENTE el escenario.
En busca de más extravangia (¿más?) caminé y caminé y caminé hasta que la encontré: en medio de toda esa pantalla luminosa, emergía oscura, escondida, esperándome, una callecita remota, perdida, sin luces ni tiempo, que me llevó a otra dimensión. A pocos metros de la calle más top, había otra muy china también, llena de puestos para comer, gente sentada en pseudomesas devorando misteriosas delicatessen, mojitos preparados con menta prefabricada, vendedores de globos, cigarrillos truchos y habanos, bares occidentalizados y chinos y "westerns" compartiendo el mismo espacio.
Tuve la sensación de trasladarme a otro lugar, a otro tiempo, a otro mundo. Como si de un chetísimo Palermo Hollywood apareciera de repente en el medio de un Liniers con mujeres vendiendo chicharrón de pollo, especias, legumbres, comida para animales, cosas así. Y hubo algo de esa simetría que me cautivó, el vértigo de empaparme de paradojas y deseos, el salto a un infinito anestesiado por salsa de soja y aceite de maní, la más pura poesía emanando del humo del tabaco y toda mi nostalgia porteña colonizada por un imperio de sentidos. (¿Quién era yo? ¿qué estaba haciendo ahí?).
Volví la última noche (si es que en algún momento me fui). Los detalles me los guardaré, y me bastará escribir -para recordarlos- que de los tantos universos que se cruzan, hubo uno en el que confluyeron historias siniestras, miradas curiosas, un norte y un sur, y unas distancias semejantes a un tiempo sin tiempo. Y que nada es casual.
"A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos".
(Pero ¿cuál es la realidad?)

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