La vi. Fui testigo de una traición, de (casi) un crimen. La sorpresa nubló por un instante mis sentidos, mis ojos no daban crédito a lo que estaba viendo. No supe si escapar o seguir mirando. Mis miembros se paralizaron, quedé boquiabierta, sentí un leve escalofrío recorriéndome la espalda, la certeza de haber visto algo que cambiaría nuestras vidas para siempre. El antes y el después, la amargura de saber que ya nada sería igual después de esto. Un mundo de creencias que se desvanecía y yo ahí para presenciarlo. Hubiera preferido no enterarme, seguir viviendo en mi fantasía y defender hasta las últimas consecuencias lo que parecía ser la raíz misma de la vida, la esencia en su forma más pura, el Dasein chino.
Pero no pudo ser, ya nunca podrá ser. Y ahora que lo sé yo también soy otra.
En un rincón oscuro, oculta, ajena a cualquier mirada, una mujer desafiando tradiciones, humillando a sus ancestros, a sus semejantes, años de educación impartida, valores arraigados desde el mismísimo origen se escurrían entre sus sucias manos, llenas de oprobio y vergüenza. Allí, como si los siglos y la historia nunca la hubieran atravesado, una china dejó de lado los palitos para comer con cubiertos.
Pensé que se estaba masturbando en plena calle, total, con tanto chino, quién sino una western agobiada por la culpa judeocristiana lo hubiese notado.
ResponderEliminarA esta western la agobian muchas otras cosas, pero la culpa judeocristiana es algo de lo que puede jactarse de no sufrir!!
ResponderEliminarY menos que menos en cuanto a masturbación se refiere! ;)
¡Eso! ¡Alcemos nuestras manos, en honor a tanta dicha!
ResponderEliminar