Mi primera palabra fue, según dice mi madre, a los tres meses de edad. A pesar de su afirmación rotunda y categórica, me resulta tan inverosímil su relato que preferí adoptar la versión de los seis/siete meses (que por otro lado tiene más testigos) que cuenta que había aprendido a balbucear algunas palabras, y que a los ocho meses ya decía frases darwinianas tales como "mamá, banana, la nena", y otras más rudimentarias como "el tete, la nena" y "caca cola" (en alusión a mi dolorosa constipación infantil).
Lo que se hereda no se roba, según el refrán, y algo de eso debe haber ya que mi madre hablaba a los ocho meses también. Mi abuela dice que cuando iba con ella al cine, contaba la película: "Lo mata, ¡lo mata! ¡¡LO MATOOOOO!!". Evidentemente, la lengua afilada es una cuestión de familia (que no se malinterprete).
A lo largo de los años, los distintos profesores de idiomas que tuve siempre destacaron mi facilidad para las lenguas (algo de eso debe haber, ya que nunca estudié demasiado y sin embargo puedo hacer algo más que balbucear). Así pues, confiada en mi habilidad, no me acobardé cuando surgió la propuesta de venir a China a pesar de no hablar nada de chino. Sabido es que no hay nada mejor que aprender una lengua en el lugar donde se habla. Quieras o no, por contacto o por ósmosis (quién sabe...) frases, palabras y algunas expresiones son más fáciles de adquirir en el contexto diario que en el aula.
Cuando llegué no hablaba ni entendía nada. Ni una palabra. Los primeros días me manejaba con mesura, caminando solo a los sitios conocidos, y si tenía que ir a algún lado más lejos me procuraba una compañía o bien tenía a mano el teléfono de algún chino que pudiera ayudarme.
El primer viaje en colectivo lo hice con las chicas que me llevaron de paseo al museo. Como no tenía que prestar atención a dónde bajar, simplemente me relajé y disfruté del viaje. Me sorprendió escuchar la voz en off de una señorita que en cada parada anunciaba el destino arribado (supongo, porque lo decía en chino). Luego de varias experiencias acompañada, me animé a aventurarme por mi cuenta, y en esta oportunidad pude advertir una palabrita que se repetía en cada parada, algo que suena como "táola", con una 'o' casi tan abierta como la 'a' (muy abierta) y una ele superlateral. Practiqué la pronunciación en cada parada de todos los trayectos que hice, ignorando completamente el significado, pero intuyendo un "llegamos", "destino", un simple "acá" o algo así. Desconozco.
Una noche decidí tomar un taxi. Le mostré al conductor el papelito con mi dirección, que no es precisamente la de mi depto. sino la de la uni (que está cerca). Me pareció una buena oportunidad para balbucear mi palabrita deducida, así que unos metros antes de llegar a destino abrí mi bocota y la dije: "Táola". Sonó hermosa. Maravillosa. Musical.
Como el "Ábrete, Sésamo" de Alí Babá y los 40 ladrones, al pronunciar mi palabrita mágica el taxista se detuvo inmediatamente. Pagué el importe y con una sonrisa inmensa me bajé del auto feliz.
Tuve que caminar un poco hasta llegar al depto., pero el trayecto que hice andando me supo a gloria, ya que había aprendido a decir en chino, en apenas un mes, mi primera palabra.
muy bien Solcito, querida! me alegra tanto que vivas esta experiencia con esa intensidad, con la misma sed de conocimiento que cada vez que abordamos un nuevo idioma (o lenguaje) nuevo... el mismo impulso y la misma esperanza de que cada día nos propone un nuevo desafío, un nuevo pasito de crecimiento... te mando un fuerte abrazo argentino, no quiero pensar cuándo falta para vernos, pero es un poco menos que cuando te fuiste... :)
ResponderEliminarTe quiere, Lu Farfallini.
PD: tu aloe está feliz en mi terracita, te manda saludos ;)
Bien!! cuando empieces a escribir caracteres vas a rememorar los palotes del jardín, te aviso.
ResponderEliminar:-)
Besos!
Le
La nena me hablaaaaa!!! Caro N
ResponderEliminarParabéns!!!
ResponderEliminarSos muy g.r.a.c.i.o.s.a.
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