Los dinosaurios

Tenía 8 años en aquella Semana Santa del '87 cuando Alfonsín pronunció la famosa frase: "La casa está en orden". Me acuerdo que estaba en una confitería, en algún lugar de Salta. La televisión estaba prendida a todo volumen y todos estaban atentos a lo que estaba ocurriendo. Yo jugaba con algo (¿una muñeca quizás?) y hablaba sola y caminaba entre las mesas y me reía. De repente alguien me dijo "nena, callate". Yo me callé. Me senté en una silla sin decir nada, mirando la televisión y tratando de entender por qué estaban todos tan estupefactos escuchando al señor que hablaba. Yo los miraba, sin comprender, tenía miedo. Las caras de la gente a mi alrededor no eran buenas. Ellos también tenían miedo. No sabía qué, pero algo malo estaba pasando.
El viernes 15 de julio de 2016 ese recuerdo salió a la luz. Me volví a sentir esa nena de 8 años con miedo a la que no la dejaban jugar y que no entendía qué era eso malo que estaba pasando.
Llegué a Taksim, la plaza principal, para disfrutar de una cálida noche de verano con amigos. Hacía tiempo que no iba, por precaución. Pero una invitación que no pude rechazar me llevó de nuevo a mi querida Istiklal. Al llegar, lo primero que advertí (y no me gustó) fue un helicóptero sobrevolando un punto específico. El tráfico aéreo en Estambul es muy movido, hay muchos aviones y helicópteros sobrevolando la ciudad permanentemente, pero ese helicóptero no se estaba moviendo, estaba volando sobre algo. Pensé que se trataría de un 'ponebomba' al que estaban buscando y al que probablemente lo tendrían en la mira, así que tomé la calle lateral. Al ratito se fue así que me 'despreocupé'. Igual la noche ya no había empezado bien...
Después de dos horas de intensa charla (y tratando de disimular la incomodidad que me había provocado ese helicóptero) un poco me relajé. No mucho. Cambié de bar para aflojar tensiones, me encontré con otros amigos, inicié nuevas conversaciones. Pero había algo que no estaba bien. Las caras de la gente no eran de viernes por la noche, hablaban más por teléfono que entre ellos, pagaban y se iban. Yo no entendía nada. Bastó que caminara unos metros hacia la avenida para notar que pasaba algo: las calles estaban cerradas, la policía estaba viniendo, los camiones hidrantes estaban apareciendo. De repente alguien dijo "los dos puentes están cerrados". Algo muy malo tenía que estar pasando para que cerraran las dos vías más importantes que conectan la parte europea y la asiática, y que son uno de los símbolos de la ciudad. Me acordé de ese helicóptero. Como las calles estaban cerradas, no me podía tomar un taxi ahí, tenía que caminar hasta el final de la plaza. La gente ya empezaba a correr. Atravesé sin mirar los camiones de policías que se iban acercando y llegué a la parada del bondi. Me subí corriendo, y atrás mío se subieron otros preguntando a hacia dónde se dirigía. No importaba el destino, había que salir de ahí lo antes posible. Todavía no sabía qué, pero podía percibir que algo muy muy malo estaba pasando. Una amiga me llamó "antes de llegar a tu casa comprá agua y comida, quizás no puedas salir mañana". Temblaba, y seguía sin entender. En Facebook empezaron a aparecer las primeras fotos: militares, tanques de guerra, aviones caza. Y una frase que se repetía: "GOLPE DE ESTADO". No, no, tenía que ser un malentendido, eso podía estar pasando. El golpe de estado es algo que se estudia en el colegio, que se lee en los libros, que te cuentan "los más grandes", el golpe de estado no es algo que hoy se viva, no. Tenía que haber un error, yo no estaba entendiendo bien, mi traductor no estaba traduciendo bien, no podía ser eso, no, no. Al llegar a mi barrio noté que todo estaba cerrado o cerrando. No había música en la calle y la gente se estaba yendo apurada. Todos tenían miedo. Yo seguía sin comprender.
Llegué a mi casa con un kebab y un botellón de 5 litros de agua, sin hambre ni sed, con la necesidad de saber qué estaba pasando y una angustia infernal. Facebook, Twitter e Internet repetían la misma cosa en todos los idiomas: golpe de estado, darbe, coup d'etat, colpo di stato, Staatsstreich. Los llamados y los mensajes empezaron a llegar, la noticia se había propagado por todos lados, esto que estaba pasando era real: había un golpe de estado.




El presidente en Facetime por la CNN instigando a la gente a salir a las calles antes de que los canales de televisión empezaran a ser tomados por las fuerzas armadas, en los aeropuertos los tanques militares no dejaban entrar ni salir a nadie, Twitter y Facebook ardían con mensajes de toque de queda, explosiones en el parlamento, tanques arrollando todo lo que se interponía en su camino, helicópteros disparando a civiles que protestaban por el golpe, las mezquitas a todo volumen llamando a resistir, civiles tomando tanques y cagando a palos a los militares y entregándolos a la policía, caos y confusión, muchísima confusión.
Helicópteros, aviones caza, jets, disparos, bombas, tanques, golpe de estado, toque de queda, explosión, aeropuertos cerrados, gente corriendo, pánico, llantos, ruidos que estremecen, edificios que tiemblan, y el pasaporte siempre en la mano. Fueron solo seis horas. Y el miedo más intenso que viví en mi vida.
Aprendí muchas cosas que hubiera preferido no saber. Aprendí, por ejemplo, que hay unos aviones ("caza") que se llaman F16s, que son de guerra y que vuelan muy rápido y muy bajo. Aprendí que esos aviones rompen la barrera de sonido. Aprendí que romper la barrera de sonido es un efecto aerodinámico que produce una "bomba sónica". Aprendí que la bomba sónica es un sonido parecido al de una explosión, y que puede producir efectos similares a ella (vibración, rompimiento de cristales, temblor). Aprendí también a distinguir la diferencia de sonido entre una bomba sónica y una explosión real, y a calcular más o menos su distancia. Algunas cosas las aprendí esa misma noche (cómo se dice "golpe de estado" en cuatro idiomas distintos), otras las aprendí con el correr de los días (haber sabido lo de la bomba sónica me habría evitado el ataque de pánico). Y comprobé que el miedo te pone en posición fetal, que el ronroneo de un gato calma la angustia, que nada de lo material importa.
El último caza pasó cerca de las cinco y media de la mañana. Los medios ya estaban hablando del fallido golpe de estado. "El pueblo y la democracia han ganado".
Lo que vino después no fue mucho mejor. Con el correr de las horas se empezó a conocer en detalle lo que pasó esa noche. Un grupo de militares quiso toscamente tomar el poder. El nacionalismo exacerbado salió a las calles y arrasó con la vida de los "soldados" que comandaban los tanques: chicos de menos de 28 años que estaban haciendo el servicio militar obligatorio y a los cuales les dijeron que eso era un ejercicio de entrenamiento, que creyeron que estaban aprendiendo a defender el país (no a traicionarlo), y que murieron por los golpes que los "civiles" les dieron. Abanderados de la democracia siguiendo a ciegas órdenes difundidas a través de las mezquitas, en lo que fue una inteligente movida para unir nuevamente religión y estado. Apolíticos politizados, religiosos radicalizados, y la tristeza e incertidumbre de los que se mantuvieron al margen de la 'acción'.
A la mañana siguiente, habiendo dormido apenas un par de horas y todavía en estado de shock, me dispuse a preparar lo esencial en caso de tener que salir de urgencia. Hace tres años que llegué a Turquía, vine de vacaciones y aquí me quedé. De a poco formé mi mundo: trabajo, amigos, amantes, casa, y un gato que me salvó de no volverme loca esa fatídica noche. La realidad es que todavía no estoy lista para irme, y por cierto que no quisiera hacerlo. Pero entendí esa estrella de los que tienen que salir con lo puesto, porque otra de las cosas que aprendí el viernes es que cuando el mundo tira para abajo es mejor no estar atado a nada, que lo realmente imprescindible no lo puedo guardar en una valija, y que el día que me vaya todo lo que de verdad quiero me lo llevo adentro mío.