Koh Phi Phi está en medio del mar de Andamán (Océano Índico), a dos horas en barco de Phuket, con una superficie total caminable en 15 minutos, paisajes increíbles, noches de baile 'super cool' a la orilla del mar, y punto de partida desde el cual se puede ir a distintas islitas, una más paradisíaca que la otra. Si alguien te dijera "cerrá los ojos e imaginá un paraíso" seguro que incluso sin haber ido nunca tu mente se iría a pasear por Maya Bay, Bamboo Island o cualquiera de las islands que están cerca. Para llegar de una a la otra solo basta ir al "puerto" y desde allí tomar un botecito al destino soñado, donde podés pasar todo el día con la única compañía de tu mate, el mar turquesa y la arena más blanca que vi en mi vida. Te llevan, te dejan y te van a buscar.
Ya por la tarde, cuando el sol cae y los taxiboats amarran hasta el próximo día, es común caminar por la playa esquivando anclas de distintos tamaños y formas.
Me gustan las anclas. Cuando era chica tenía una amiga que tenía un barquito. Cada tanto me colaba con su familia y nos íbamos a navegar. No sé por qué en realidad, ya que siempre me mareaba, cada dos por tres vomitaba y el viaje de Belgrano a San Fernando (desde donde salíamos) lo odiaba. Pero igual iba. El Yacht club tenía un ancla gigante en el medio del parque que a mí me fascinaba. Debo haberle sacado mil fotos. Es que más que un ancla era como un imán para mí, tan estilizada y rebuscada a la vez, atrapante, fría, oxidada, arcaica, necesaria. Un ganchito que se escurre en el agua, llega hasta lo más profundo, se estanca en la arena o entre las rocas y hace que la embarcación no se vaya a la deriva, que las velas no se vuelen con cualquier viento y que te importe un pito si los remos se suicidan por la proa o por la popa.
El río, el mar, las olas, el barco, la lanchita, tanta agua... y ese pedazo de fierro que te amarra en medio de la nada. Da seguridad. Porque en los puertos también tiran las sogas, pero no es lo mismo. El ancla se tira ahí donde nada más hace base, el único contacto con la tierra entre tanta agua. Muy metafórico. Tanto como a la inversa, cuando te das cuenta de que ese ya no es más el lugar donde querés estar, y solo basta levar anclas y continuar el viaje.
Eso, o quemar todas las naves...
red hot chili peppers
El relato que escribiré a continuación es una transcripción casi literal de una historia que yo misma escuché en un restaurante. Referencias como nombres, situaciones y lugares específicos han sido omitidos y/o cambiados para preservar la identidad de la desafortunada víctima.
"Si tiene chili no como. No puedo comer chili. NO PUEDO.
Vos no sabés lo que me pasó...
A las pocas semanas de llegar a China empiezo a sentir una molestia en... digamos que empecé a caminar raro, algo me incomodaba, un cuerpo extraño me impedía desevolverme como siempre. No le di mucha bola al principio, pero la molestia era cada vez mayor y a mi dificultad para caminar se le había sumado un sufrimiento bastante singular: me dolía al cagar. Como no podía seguir así tomé coraje y decidí investigar qué estaba sucediendo por allá atrás. Me encerré en el baño con el celular, me bajé los lienzos y apunté. Sudaba como loco, entre el dolor, las luces del baño y la novia nueva que estaba estrenando que desde el living me preguntaba: 'Babe... are you ok?', y yo disimulando y tratando de hacer equilibrio para sacarle una foto a mi culo sin que se me cayera el Iphone al inodoro. Lograda la hazaña lo vi: ahí estaba en primer plano el capullito, la flor en el ojal, el tremendo grano que tenía en el ojete y que me estaba haciendo la vida imposible. Sospeché lo que podía ser y ya con las pruebas suficientes me asesoré con quien más sabe de todo: Google. El diagnóstico fue implacable: hemorroides de primer grado. Nada demasiado grave pero que debía ser tratado. Descartadas las causas más comunes solo quedaba la comida picante. Suspendí todo: chili, pimienta y lo que pude, pero se hizo difícil... vos sabés lo que pica la comida china...
Había que tomar otra decisión. Fui al médico, le mostré la foto, me revisó y confirmó el diagnóstico que el Dr. Google. me había dado. Sin embargo su prescripción fue más sádica: 'Hay que hacer acupuntura'. Acupuntura-en-el-culo. El solo hecho de imaginarme que me claven un agujita en el medio del orto hace que se me frunza hasta el apellido, y pretender clavarla encima en el medio de mi capullo en desarrollo lo hacía todavía más salvaje. 'No way' le dije. Agujas en el culo no. Su insistencia fue inútil y finalmente terminó por darme unas pastillitas que tampoco funcionaron. Volví a la semana siguiente con el capullo hecho flor y buscando una nueva alternativa a la inhumana acupuntura anal. Esta vez me recetó unos supositorios bastante gruesitos para un virgen de culo como yo, pero preferibles a los pinchazos.
Por suerte dos fueron suficientes.
¿Entendés, man, por qué no puedo comer picante? De solo ver el chili se me frunce..."
Desde aquella noche siempre que como fuera pido sin picante.
Todavía no he probado la acupuntura china, y no quisiera hacer mi drástico debut en un área tan sensible...
"Si tiene chili no como. No puedo comer chili. NO PUEDO.
Vos no sabés lo que me pasó...
A las pocas semanas de llegar a China empiezo a sentir una molestia en... digamos que empecé a caminar raro, algo me incomodaba, un cuerpo extraño me impedía desevolverme como siempre. No le di mucha bola al principio, pero la molestia era cada vez mayor y a mi dificultad para caminar se le había sumado un sufrimiento bastante singular: me dolía al cagar. Como no podía seguir así tomé coraje y decidí investigar qué estaba sucediendo por allá atrás. Me encerré en el baño con el celular, me bajé los lienzos y apunté. Sudaba como loco, entre el dolor, las luces del baño y la novia nueva que estaba estrenando que desde el living me preguntaba: 'Babe... are you ok?', y yo disimulando y tratando de hacer equilibrio para sacarle una foto a mi culo sin que se me cayera el Iphone al inodoro. Lograda la hazaña lo vi: ahí estaba en primer plano el capullito, la flor en el ojal, el tremendo grano que tenía en el ojete y que me estaba haciendo la vida imposible. Sospeché lo que podía ser y ya con las pruebas suficientes me asesoré con quien más sabe de todo: Google. El diagnóstico fue implacable: hemorroides de primer grado. Nada demasiado grave pero que debía ser tratado. Descartadas las causas más comunes solo quedaba la comida picante. Suspendí todo: chili, pimienta y lo que pude, pero se hizo difícil... vos sabés lo que pica la comida china...
Había que tomar otra decisión. Fui al médico, le mostré la foto, me revisó y confirmó el diagnóstico que el Dr. Google. me había dado. Sin embargo su prescripción fue más sádica: 'Hay que hacer acupuntura'. Acupuntura-en-el-culo. El solo hecho de imaginarme que me claven un agujita en el medio del orto hace que se me frunza hasta el apellido, y pretender clavarla encima en el medio de mi capullo en desarrollo lo hacía todavía más salvaje. 'No way' le dije. Agujas en el culo no. Su insistencia fue inútil y finalmente terminó por darme unas pastillitas que tampoco funcionaron. Volví a la semana siguiente con el capullo hecho flor y buscando una nueva alternativa a la inhumana acupuntura anal. Esta vez me recetó unos supositorios bastante gruesitos para un virgen de culo como yo, pero preferibles a los pinchazos.
Por suerte dos fueron suficientes.
¿Entendés, man, por qué no puedo comer picante? De solo ver el chili se me frunce..."
Desde aquella noche siempre que como fuera pido sin picante.
Todavía no he probado la acupuntura china, y no quisiera hacer mi drástico debut en un área tan sensible...
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